"A LAS PUERTAS DE LA CÁRCEL"
por Andrés Santana
El tibio Sol del amanecer aún no había tomado posesión de su espacio, cuando un grupo de vecinos del Castillo del Romeral y de algunos pueblos vecinos empezamos a reunirnos cerca, muy cerca de la amplia y desoladora explanada en la que se ha transformado los otrora fructíferos terrenos de cultivo de los Llanos de Juan Grande y que hoy pretenden destinarlos a la construcción de una Macro cárcel.
Nuestra intención es la de impedir que la flota de camiones y tractores que aparecen al fondo custodiados por un destacamento de policías sigan consumando el ilegal desmonte y acondicionamiento de los terrenos, función para la que no están legalmente autorizado, pero que realizan al amparo del silencio sospechoso de nuestro Ayuntamiento.
Insolentes y provocadores los motores se ponen en marcha desafiando al grupo de vecinos y una vez más nos vemos obligados a acceder a los terrenos para impedir el inicio de su ilegal actividad. Mientras, en un vergonzoso ejercicio de autoridad, el grupo de policías (supuestos garantes de la legalidad) salen a nuestro encuentro y nos abordan exigiendo con modales intimidatorios nuestros documentos de identidad.
Son los mismos agentes a los que ayer les enseñé el carnet en el que figuraban los mismos datos que hoy tanto les interesan trasladar a un pequeño block. Algunos, los más bravucones, se atreven a pedirme el número de mi teléfono.
Lo normal sería que ese celo que ponen en identificarme lo aplicaran en exigir al responsable de la flota de camiones los documentos, o las autorizaciones que le facultan para realizar su labor en aquellos terrenos.
Ante el convencimiento de que los vecinos no vamos a doblegarnos, los motores se detienen.
Hoy hemos conseguido nuestro objetivo, pero… ¿mañana?
Y rumbo a mi trabajo abandono el terreno avergonzado de que me representen unos políticos cobardes, que cuando son abordados por el pueblo, esconden su codicia manifestando su rechazo a la cárcel y que un minuto después aceptan sumisamente las imposiciones de los partidos u organismos favorables a su instalación.
Mientras, este grupo de vecinos compuesto esencialmente por personas de avanzada edad, tienen que exponerse día a día a la absurda actitud de unos agentes que no sabemos qué, o a quienes defienden, corriendo el riesgo de que alguna maniobra incontrolada provoque una desgracia irreparable que todos tengamos que lamentar.
Lo angustioso de este asunto lo marca el convencimiento que dentro de unos años, cuando la insensible maquinaria del Estado haya acabado con el entusiasmo y el orgullo de este pueblo, esa inmensa y desmesurada cárcel empiece a estar operativa para albergar a todo aquel Etarra o miembro de Al-Qaeda que se precie, convirtiéndonos en punto de mira de sus miserables acciones y que mientras ese posibilidad se va consumando, los demás pueblos de esta isla se limiten a contemplar nuestra lucha entendiendo que esto no va con ellos.
Tarde, muy tarde comprenderán la angustia de sentirse prisioneros del halo maldito que envuelve este futuro Guantánamo, pero cuando esto ocurra, el tiempo se habrá acabado para todos y ya nunca se nos brindarán caminos que nos permitan retroceder para rectificar las consecuencias de nuestro pasotismo.
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