JUNCALILLO DEL SUR, EJEMPLO DE UN CÍNICO ABANDONO

Domingo Viera González
Presidente del Colegio Oficial de Trabajadores Sociales de Las Palmas de Gran Canaria.

Muchos somos los vecinos y vecinas de la zona que solemos ir a caminar por la zona protegida de Juncalillo del Sur. Y en cada paso que damos se nos cuela más hondo la tristeza, la decepción y la rabia.

El panorama, hace apenas unos pocos días, es desolador: botellas de plástico vacías, botellas de cristal, zapatos viejos, bolsas de plástico regadas por toda la zona, numerosos montones de escombros de obras a lo largo de la orilla de las distintas carreteras de tierra, basura, coches entrando y saliendo constantemente, animales muertos, piezas de ropa sembradas aquí y allá…Y eso que se trata de una zona “protegida”.

Pero, si triste e indignante es la visión y la realidad de la propia zona, no lo es menos lo que, desde ella se ve apenas que se levante un poco la vista: Si miras al mar, verás físicamente la hilera de jaulas marinas y, en la voluntad política, la regasificadora que de nuevo dejarán que se implante los responsables de turno, si la ciudadanía no lo impedimos.

Si te pones de espaldas al mar y miras a la montaña, podrás ver, de un parte, cómo crece y crece el vertedero sin solución de continuidad, filtrando por los costados del terreno ese líquido envenenado resultado de la pésima gestión de las basuras de todo tipo sin tratar que contienen debajo.

Y también puedes comenzar a imaginarte, si no lo remediamos a tiempo, la incineradora cuya chimenea se levanta por encima de las montañas cercanas y hasta la columna de humo cancerígeno que cae mansamente sobre la tierra, sobre las casas y sobre las personas.

De otro, podrás ver cómo ha crecido la machacadora al sur del vertedero y cómo va comiéndose progresivamente la montaña, elevando hacia todos nosotros la columna de polvo que seguirá quemando los pulmones de animales y personas.

También, si detienes un poco más la vista, podrás ver cómo se sigue poblando las montañas de infinidad de bolsas de plástico que se pegan a las piedras y a las plantas quemándolas lentamente.

Si te giras un poco hacia la derecha podrás ver las grandes chimeneas (hasta tres) de la Central Térmica con sus columnas de humo, que dentro de nada, será también central de gas.

Y sentirás, seguro, un escalofrío en el cuerpo que te eriza los pelos al pensar en qué sucederá con los habitantes del Castillo del Romeral, La Aldea y Juan Grande (por hablar de los más cercanos) o Vecindario, si un buen día sucede un pequeño accidente en dicha planta.

Y un poco más arriba, pero muy cerquita, puedes imaginarte la enorme cárcel, que ya está a la altura de techo, que se está construyendo sin licencia, sin permiso y contra todo proceso razonable de designación del lugar más adecuado en la isla.

Ahora puedes, si quieres, girarte un poco hacia el Sur y podrás imaginarte, una vez pases la zona de Berriel y el límite de la zona “protegida” de Juncalillo del Sur, las torres que se van a levantar con la nueva zona turística o, como eufemísticamente la llaman sus promotores, “la puerta de entrada de la zona turística” y desde las que los futuros turistas podrán contemplar todas estas lindezas que les acabo de describir.

Y, mientras, los políticos del municipio preparan las próximas elecciones.